Caminos por Mario Zetino (Mayo)
Una columna muy poco y muy romántica
Mario Zetino
Escritor
En este mundo caótico en el que vivimos, necesitamos
paradigmas, es decir modelos, marcos, formas de pensamiento, que nos ayuden a
construir sentidos, que nos orienten y nos inspiren, que nos sirvan de norte y
de brújula y nos guíen para dibujar el mapa del camino y el panorama. Una de
estas propuestas, en las que he pensado mucho últimamente, es el Romanticismo.
Ojo: el Romanticismo, con inicial mayúscula, y no el romanticismo, referido al
carácter o a relaciones. Antes de hablar sobre el primer uso, la carga tan
grande que pesa sobre el segundo me hace desviarme hacia él para algunas notas.
Me remito al Diccionario de la Real Academia Española, que
en su versión en línea define el romanticismo, en el sentido de carácter y
relaciones, como «Sentimentalidad excesiva»
y «Cualidad de romántico» (lo último, obviamente, no nos aclara mucho
que digamos). Así que doy clic en «romántico», y el diccionario lo define como
«Sentimental, generoso y soñador». Con estos conceptos como marco, y pasando a
las realidades socioculturales, se sabe que las palabras «romántico» y
«romanticismo» son muy cuestionadas actualmente, y con buenas razones. La
principal es identificar en muchas relaciones de pareja «románticas» patrones
del patriarcado: relaciones de poder, de dominación sobre el otro; relaciones
disfuncionales, dañinas; además del componente de consumismo muy asociado a
este tipo de relación.
Ahora, de lo que busco hablar en esta columna es de otro romanticismo,
que pienso que es muy importante conocer para tener una comprensión más
profunda de la cultura en la que vivimos, y, ya que es parte de la cultura,
investigar y reflexionar a partir de él; y si es posible, crear a partir de él.
Me refiero al Romanticismo: el movimiento artístico, filosófico y cultural que
se originó en Alemania al final del siglo XVIII, y que propuso ideas que
llegaron a extenderse a toda la cultura de Occidente y de buena parte del resto
del mundo.
El Romanticismo surgió fuertemente inspirado por la
Revolución Francesa y, en parte, como una reacción al racionalismo de la
Ilustración. En un resumen muy esquemático, este movimiento hizo cuatro grandes
afirmaciones: 1. somos individuos; 2. poseemos libertad; 3. no somos sólo
intelecto, sino que los sentimientos y facultades como la imaginación, la
emoción y la intuición son también facultades humanas esenciales; y 4. hay
unidad entre el ser humano y la naturaleza, y entre las artes y las ciencias.[1]
Estas afirmaciones, y las búsquedas por vivirlas, iniciaron y son
planteamientos fundamentales del Romanticismo.
Pienso que estas son ideas que, consideradas con
detenimiento, sin todo ese ruido de las redes y el internet en la cabeza, nos
hablan de cosas que hoy consideramos básicas. Tal vez la que más se da por
sentado es la que tiene que ver con el individuo. Para ver la importancia de
esta, hay que tener en cuenta que, hasta la Ilustración, muy pocas personas
podían considerarse individuos libres, con autodeterminación, es decir que
podían decidir cómo vivir su vida y vivir de acuerdo con sus decisiones;
mientras que el Romanticismo, primero a través de la filosofía, y luego de la
literatura y las artes, intuye que esto es esencial y busca comunicarlo y
hacerlo sentir profundamente.
En nuestro medio, probablemente las obras de los autores
alemanes que fundaron el movimiento no son tan conocidas, pero sí lo son las de
quienes conversaron con ellos y leyeron dichos libros. Por mencionar algunas: «Frankenstein»,
de Mary Shelley, que con un libro escrito entre los 16 y los 18 años no sólo
inaugura la ciencia ficción, sino que trae a la conciencia de la humanidad algo
que hoy suena mucho: la creación de una vida (o conciencia) semejante a la
humana, y también las consecuencias de hacer esto de forma irresponsable…; las «Quimeras»
de Gérard de Nerval, escritor francés que exploró y planteó con gran fuerza
lo onírico, siendo un gran antecedente del surrealismo; el libro-poema en prosa
«Eureka», de Edgar Allan Poe, acerca nada menos que del universo; las «Hojas de
hierba» de Walt Whitman, quien con su poesía logró expresar la unidad
universal de la que hablaron los románticos. Modern plantea que los primeros
románticos «Crearon, para toda la poesía [para toda la literatura] occidental,
un estado de ánimo del que aún se extraen consecuencias».[2]
Andrea Wulf, en su fascinante y exhaustivo ensayo sobre el
Romanticismo, «Magníficos rebeldes. Los primeros románticos y la invención del
yo», dice, acerca de la influencia del Romanticismo: «Su énfasis en la
experiencia individual, su descripción de la naturaleza como un organismo vivo
[…] y su insistencia en que el arte era el vínculo unificador entre la mente y
el mundo exterior se convirtieron en temas populares en las obras de artistas,
escritores, poetas y músicos de toda Europa y Estados Unidos. Y en el centro
del [R]omanticismo estaba su concepto de la unidad del hombre y la naturaleza».[3]
Incluso, más adelante, la autora hace notar que «Las ideas
del Círculo de Jena [el grupo de los primeros románticos] sobre la centralidad
de la autoconciencia contribuyeron a allanar el camino de la psicología moderna
y el psicoanálisis».[4]
La autoconciencia (entendida como la percepción de uno mismo acerca de sí
mismo, en términos físicos y mentales); la valoración de los sueños como
expresión válida de una parte profunda del ser (Freud); el descubrimiento del
inconsciente, individual y colectivo (Jung)… Cosas como estas, que pueden
ayudarnos a comprender mejor nuestra vida y a vivir de un modo más consciente y
pleno, entraron por la puerta que abrió el Romanticismo.
Para ir finalizando, es verdad: lo «romántico», como dije al
principio, no está tan de moda, y con buenas razones (lo cual no anula nada
humano básico, sino que arroja, entre otras cosas, a buscar modos auténticos y
funcionales de establecer y desarrollar relaciones de pareja). Sin embargo, para
nada hay que quedarse sólo con ver un par de posts o de videos sobre esto en
las redes sociales, sino que hay que construir conocimiento y pensamiento s
sobre el tema. Hay que tomarse el pequeño trabajo de buscar el origen y el
desarrollo de las cosas, y es muy probable que encontremos sorpresas, tales
como las grandes propuestas del Romanticismo… y su gran diferencia con el
romanticismo.
En esta época caótica, conocer y tratar de vivir, por los
medios que a cada persona le parezcan los más adecuados, alguna de estas ideas
(que hoy pensamos o intuimos verdades básicas), puede ayudarnos, como
individuos, a tener y caminar con certezas, seguridades, luces; y como grupos,
como sociedades, y hasta como especie, ojalá que puedan ayudarnos a encontrar
caminos hacia el bien común y a recuperar este mundo precioso, que no nos
pertenece: somos uno con él.
[1] Canton, James. (Ed.). El
libro de la literatura. (1ª
Reimp.). DK, China, 2021. Wulf, Andrea. Magníficos rebeldes. Los
primeros románticos y la invención del yo. Barcelona, Taurus, 2022.
[2] Modern, Rodolfo E. Historia
de la literatura alemana. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica,
2014.
[3] Wulf, Magníficos
rebeldes, p. 390.
[4] Ídem., p. 397.
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