Acontecer-animal desde el pensamiento de Gilles Deleuze y Felix Guattari

 



diseño: Elizabet Sicilia.

Coordinación General : Elizabeth Sicilia

Algo sobre mí.

Juan Rey Lucas: Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Articulista para distintos semanarios de la red.


Acontecer-animal desde el pensamiento de Gilles Deleuze y Felix Guattari

“Hasta que uno no ha amado a un animal, hay una parte del alma sin despertar”

Anatole France

La conexión del humano con el animal no obedece a patrones apriorísticos ni normativizados. Será el desenvolvimiento de las mixturas por el encuentro lo que logra el impulso de distintas energías. El animal no hace teatralidad humana, sino forja una vacilación de movimientos, de puntos, de gestos a crearse. Así también todo cuerpo.  Una entidad blanda y flexible que redimensiona los entornos. Una bestia tántrica. No es la categorización, o la importancia de uno sobre lo otro lo que interesa; es la escaramuza lo que libera los alientos dinámicos. No es un fetiche: nuestra mascota, nuestro hijo, nuestra posesión, nuestro subalterno. Son clichés con el que el espécimen es catalogado en todo sistema. Es algo más inabarcable. Las conexiones que hacemos con la especie nos generan el traspaso de ondas expansivas y también a ellos, para acrecentar la vida. No es un lugar común, no es nada que se pueda decir como dueño y poseído. No. El vínculo es para que tanto el animal salga de sus propiedades; y nosotros de la misma manera –o diferente- podamos desplegarnos hacia otras dimensiones, una transformación, un devenir.  Que el cambio nos saque de los estratos familiares, sociales, personales, institucionales, etc. Emanciparnos de la subjetividad, creándonos una inconsciencia polivalente. Logrando una dislocación y fluctuemos mejor en los estratos que provocan la subyugación y hermetismo. Tanto la idea de la serie y de la estructura por identificación son hábitos que asignamos a todo acontecer como relación con otros seres. Puede que ayude, pero no sirve para el acrecentamiento de las entidades, de los propios humanos y los animales. La relación no es de causa y efecto, sino de flujo intensivo no subjetivo, amorfo, que logre desplegar y enlazar los códigos para no sólo dar una evolución; sino engendrar una conversión-producción. Es por esta (dis)forma como se troca el contenido, la idea, y la estructura de los vínculos con la otredad indómita. Tan sólo hay repetición de las apariencias en el imaginario colectivo y en el entendimiento social, tanto de nosotros mismos, como con ellos. La idea que se tenga de la correlación con el ente es fluctuante, colosal y dilatada; más no obedece a patrones de espejo, sucesión, e inalterabilidad. El paralelismo nos impide la profundidad y la propagación de las potencias que seamos capaces de crear y articular; pues hemos ejecutarnos avezados para adherirnos en pro de una grandeza encarnizada, a favor de un infinito: no se trata de instaurar una organización serial de lo imaginario, sino una perturbación simbólica y desestructurada del entendimiento. No es cuestión de graduar semejanzas y de llegar a última instancia a una identificación del Hombre y el Animal en el seno de una participación mística. Será la aplicación de ordenar las diferencias para lograr una anastomosis sinérgica de las relaciones. El animal se ha de distribuir por relaciones diferenciales u oposiciones distintivas de especies; y los mismo ocurre con el hombre, según los grupos considerados. Los vínculos que logremos con los animales no tienen nada que ver con las equivalencias, las identificaciones, o imitaciones. Será con una máquina que se desplaza en el devenir para fabricar su propia y singular potencia, estructura, y líneas de fuerza. “Devenir no es progresar ni regresar según una serie. Y, sobre todo, devenir no se produce en la imaginación, incluso cuando ésta alcanza el nivel cósmico o dinámico. Los devenires animales no son fantasmas. Son perfectamente reales.”[1] Lo prodigiosamente tangible es la elaboración del suceder en su multiplicidad, heterogéneo e incesante. Los términos con los que se hace un encuentro funcionan en el ímpetu, por tal, no son la correspondencia para generarse, sino el flujo de la materia con la que se encuentra en trocamiento. “El devenir-animal del hombre es real, sin que sea real el animal que él deviene; y, simultáneamente, el devenir-otro del animal es real, sin que ese otro sea real.”[2]. Aquí una evolución de lo menor a lo mayor carece de sentido, método o deducción. Los pensadores franceses nos anuncian que se origina una involución a la correspondencia de los diferentes cuerpos: no estamos hablando de un desmejoramiento, es una proyección a lo menos coherente y análogo; imbricándose abigarrado y multiforme. “El devenir es involutivo, la involución es creadora. Regresar es ir hacía el menos diferenciado. Pero involucionar es formar su propio bloque que circula según su propia línea entre los términos empleados, bajo las relaciones asignables.”[3]. El animal es desprendido de todo antropomorfismo (eje: el perro parece un hijo, llora como un bebe, etcétera). Se le libera de la pertenencia familiar, social, cultural, etcétera. El animal es cierto que puede insertarse en los medios comunitarios y de capacidad en el régimen; pero es sólo una faceta de sus magnitudes con las que oscila perseverante. “Devenir no es ciertamente imitar, ni identificarse; tampoco es regresar-progresar; tampoco es corresponder, instaurar relaciones correspondientes; tampoco es producir, producir una filiación, producir por filiación. Devenir es un verbo que tiene toda su consistencia; no se puede reducir, y no nos conduce a “parecer”, ni “ser”, ni “equivaler”, ni “producir” [4].

El narcisismo merma la relación de los cuerpos (mi perro, mi gato, mi ave., et.al). Los animales, como los hombres se conducen por polifonía, pluralidad y colectividades con las que permutan –para bien y para mal-. Es la prodigiosa ejecución de la materia: una inacabable y feroz comunicación con otras propulsiones y estímulos para generarse absurdamente singular. Lo importante son las transferencias, las relaciones, la agnación que atraviesa lo uno de lo otro -u otros-. La propagación de componentes que no tienen la intención de una concreción. El proyecto suigéneris es permanecer en una aureola de lo teratológico, donde vislumbremos algo que nos sea concerniente a lo agnado o atávico y que a la vez aquellas corporalidades no se perciban con un referente o un delinear limítrofe, o si se encuentran sean más que confines; superficies de alteraciones de la personalidad. Injerir con meticulosidad aquellas porciones que tanto puedan llegar a especificarlo como desgarrarlo. La vinculación con la bestialidad se trasvasa por un deseo asexual, impersonal, mixtificado como procedimiento de expansión. “Bancos, bandas, rebaños, poblaciones no son formas sociales inferiores, son afectos y potencias, involuciones, que arrastran a todo animal a un devenir no menos potente que el del hombre con el animal.”[5]. Patas al alimón con pies forjando designios. Emulsión sublevada. El albedrío, la ataraxia, la autodetección, y la noción de la existencia se desenvuelven en una mampostería diseñada en procederes catalizadores, donde el sujeto es descentrado, y lo no humano se mueve a la par, con el mismo valor y fulguración. Sucesión intrínseca que permuta en su naturaleza y se estratifica por un abigarramiento atributivo. Lo isócrono, la sistematización, el adoctrinamiento, no dice nada de la entidad salvaje. Es seguro que hay eficiencia, efectividad, practicidad, pero lo que no se debe soslayar es la producción, fructificación y manufactura con las que todo animal cuenta. Ponerlo como amigo de vida (incluso cuando hacemos un juicio para bien) lo encasillamos, y lo petrificamos. Son las diligencias e inmovilidades con las que todo soma afrontará sus devenires, en su apertura para con el mundo. Delineándose como un pequeño buda o un esgrimidor; ya sea tratando de capturar a la mosca que se le cruce o jugando con su cola, el metazoo sorprende o conmueve por desbordar su estado.  Porque siendo sabedores de que es capaz de emitir el mayúsculo amor no-humano que sobrepasa la incondicionalidad humana, con ello podemos percibir que atrás de ese ser (in)humano hay un Cosmos que nunca se ha de atestar.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

Deleuze Gilles & Guattari Félix., 2002,  Mil Mesetas: Capitalismo y esquizonfrenia, España, PRE-TEXTOS.

 



[1] Deleuze Gilles & Guattari Felix. Mil Mesetas: Capitalismo y Esquizofrenia, España, 2010, PRE-TEXTOS. p. 244.

[2] Ídem.

[3] Ibid., p. 245.

[4] Ídem.

[5] Ibid., p. 247.


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