Al doctor José Manuel Bonilla, memoria viva de El Salvador por Roberto Carlos Pérez
diseño: Elizabet Sicilia.
Coordinación General : Elizabeth Sicilia
Agradecimientos especiales a Alberto López Serrano por ser el enlace para este artículo.
Roberto Carlos Pérez (Granada, Nicaragua). Músico, narrador y ensayista. Estudió Música en Duke Ellington School of the Arts y se licenció en Música Clásica por Howard University, en Washington D.C. En la Universidad de Maryland estudió una maestría en Literatura Medieval y en los Siglos de Oro. Es autor del libro de cuentos "Alrededor de la medianoche y otros relatos de vértigo en la historia" (2012), de las novelas cortas "Un mundo maravilloso" (2017) y "Rodrigo: un relato sobre el Cid" (2020), y de los libros de ensayos "Rubén Darío: una modernidad confrontada" (2018, segunda edición 2021) y "Temas españoles: del siglo XII al XVII" (2022). Es miembro correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. En septiembre 2024 Ateneo de El Salvador lo nombró miembro honorario.
Dicen los científicos que hace sesenta mil años, es
decir, en las postrimerías de la Edad de Piedra, los homos sapiens,
nuestros más cercanos antepasados, se aventuraban a explorar nuevos territorios.
Sus familiares los esperaban ansiosamente para
escuchar sus aventuras y peripecias. La tribu -papá, mamá, hijos, hermanos- se
congregaba en torno a la hoguera. Así surgió el relato.
Alzada
en vuelo la imaginación, los familiares se extasiaban al escuchar al héroe
describir lugares lejanos y todo lo que éste había tenido que padecer a fin de
regresar con los bienes que ayudarían a la tribu a fortalecerse.
El héroe
regresaba más sabio que cuando se fue y, con el poder de la palabra, ofrecía
sus saberes a los demás. Era un acto de sobrevivencia, pero también de ofrenda,
de entrega de sí mismo. Ya entonces intuíamos que el conocimiento es una cadena
y que romperla produce confusión, odios y guerras.
La
imagen del sabio, la del abuelo o la de la abuela que se sentaba con sus nietos
a contarles historias se ha hundido o, es fuerza decirlo, la hemos hundido. Ahora
los llamamos «viejos» y, al hacerlo, resuena la triste y demoledora convicción de
que son un estorbo y que nada podemos aprender de ellos. Los apartamos de la
tribu puesto que no son rentables para las economías posmodernas
Habría que preguntarse por qué las ballenas y los
elefantes son las únicas especies del mundo animal, aparte de la nuestra, que
tienen abuelos que educan a sus nietos mientras los padres salen a cazar.
El
Salvador tiene un héroe que guarda en la memoria muchos relatos. Su nombre es
José Manuel Bonilla. Desde niño, el doctor Bonilla fue en busca de otros
saberes, especialmente el de las lenguas mayas de las cuales ha escrito
diccionarios y gramáticas. También se ha desempeñado por décadas como maestro y
ha trabajado en favor de la cultura de su país, la más de las veces sin ser su
labor debidamente reconocida. El doctor José Manuel Bonilla es conciencia viva,
llama que arde.
Hace
casi cuatro siglos, en 1632, el poeta español, Lope de Vega (1562 – 1635), dijo
en su «Égloga a Claudio»:
El
mundo ha sido siempre de una suerte;
ni
mejora de seso ni de estado;
quien
mira lo pasado
lo
porvenir advierte.
¡Qué
suerte es tener al doctor Bonilla entre nosotros! Por todas sus historias, por
congregarnos a escucharlas en afable llamado, merecidísima resulta la
condecoración «Ollín de Oro» (plenitud de luz) que Ateneo de El Salvador le
otorga.
El héroe que aun siendo niño comenzó a viajar a otras
regiones del pasado nos sigue trayendo historias. Encendamos la hoguera y escuchemos
sus maravillosos relatos para que esa cadena llamada conocimiento no se rompa.
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