Alexander Hernández

 

diseño: Elizabet Sicilia.

Coordinación General : Elizabeth Sicilia

Selección: Josué Andrés Moz


Algo sobre mí.

Alexander Hernández (Cuscatlán - El Salvador, 1987). Posee la Maestría en Estudios de Literatura Centroamericana (Universidad de El Salvador) y el Máster en Lexicografía Hispánica y Corrección Lingüística (Real Academia Española y Universidad de León, España). Ganador de varios certámenes literarios.

Se desempeña en la edición de libros, docencia universitaria y dirección de la Revista cultural Malabar. Entre sus obras destacan: «El final del laberinto» (cuentos, 2015), «La evolución del cisne en la poesía de Rubén Darío» (ensayo, 2016), «Las editoriales independientes en El Salvador» (Máster Tesis, 2019), «Viaje al centro del sueño» (poesía, 2018), «Memoria de las campanas» (poesía, 2022) y «El barco en la botella» (minificciones, 2024).




Después de estudiar las líneas de mi mano, la gitana sentenció:

—Es grave. Tienes cortada la línea de la vida.

—Ya lo sé —repliqué, indiferente.

—¿No te asusta morir antes de los 30 años? —Preguntó con malicia.

—Tengo 32 —dije con aire de triunfo.

Entonces la gitana me haló de la mano con fuerza y exclamó:

—Le enseñaré a tu mano a no mentir —y con su puñal me alargó la línea de la vida.






Baile de los solitarios

 

Entre nosotros, la rutina se ha impuesto como un vicio extrañamente placentero. Así me acerco a Samia todos los días después de mi asqueroso trabajo. Sin hacer el menor ruido encuentro con mis manos su centro húmedo y luego entro sin ningún aviso. Ella siempre finge estar dormida, pero sus gemidos no tardan en delatar su placer.

La historia es la misma desde hace años: vengo tarde del trabajo y, por mucho que lo deteste, tengo yo mismo que servirme la cena. Después veo un rato la televisión, a veces me baño, y luego me voy la cama. Ahí la encuentro con los ojos cerrados y el cuerpo blando, como simulando el sueño. Da igual si digo que duerme semivestida o semidesnuda, lo importante es que sin ninguna dificultad acomodo sus piernas; las aparto como quien quita dos maderos inservibles. Samia no siente nada del pubis hacia abajo, pero sí sabe quién soy yo, también sabe quién era antes de conocerla y de su tragedia.

Hace tres años, mi hermano Javier me presentó a Samia, su prometida. Se casaron en marzo para alegría de mi madre, y se vinieron a vivir aquí, a Santa Clara. Eran felices, lo sé muy bien porque a veces Samia llora cuando habla de Javier. Seis meses después, Samia aprendió a manejar y, sin tener licencia todavía, corrió en la carretera Durham. Ella cuenta que fue un camión de construcción el que la sacó de su vía y la hizo volcar por una vereda rocosa. Lo fatal fue que sus dos hermosas piernas quedaron muertas.

Javier hizo lo que todos haríamos: trató de sobrellevar el asunto hasta que ya cansado decidió abandonarla. Emigró con la excusa de que mandaría dinero para que una enfermera cuidara día y noche a la pobre Samia. Así sucedió en los primeros meses, pero un día cuando la muchacha no pudo asistir a cuidarla, yo como buen hermano me hice cargo de cuidar a Samia. Esa vez descubrí que, pese a todo, seguía siendo hermosa. Decidí despedir a la enfermera, sin decirle a mi hermano, y cuidar yo mismo a Samia todo el tiempo. Ella trató de comportarse y establecer las reglas desde el inicio, pero poco a poco se dio cuenta de que estaba sola.

Ahora vivimos en completo silencio, satisfaciéndonos sin llegar a la ternura. Cada vez que la penetro cierra los ojos y crea un murmullo, a veces también llora; en quién pensará sino en Javier, en lo felices que pudieron haber sido en todos los años que aún les quedan de vida. Lejos de nuestra extraña relación, no tengo ningún sentimiento de reproche por lo que piense o diga Samia, su cuerpo me ha hecho entender que no todas las mujeres tienen los mismos sueños. Pienso que a pesar de que Samia y yo estamos juntos, hay una infinidad de cosas que nos separan.




Elemental

 

En un callejón de Londres yace tirado un hombre con múltiples golpes en todo el cuerpo, pero sin ninguna herida de bala o puñal. Nadie ha visto nada, pero un testigo jura haber escuchado que alguien corría después del suceso.

—Debió ser atropellado por una carreta de caballos —dice Watson, con cierta tranquilidad.

—Así no se resuelven los casos —sentencia Holmes, mientras carga su pipa—. Primero hay que confundir al lector.




Sobre la obra de Alexander Hernández 


Alexander Hernández es un escritor talentoso cuya obra abarca una variedad de géneros, incluyendo cuentos, poesía, ensayos y minificciones. Su formación académica en literatura centroamericana y lexicografía hispánica le proporciona una sólida base teórica y práctica que se refleja en la calidad de sus escritos.

Trayectoria y Logros

Alexander Hernández ha sido galardonado en múltiples certámenes literarios y se desempeña en la edición de libros, docencia universitaria y dirección de la Revista cultural Malabar. Entre sus obras más destacadas se encuentran:

"El final del laberinto" (cuentos, 2015)

"La evolución del cisne en la poesía de Rubén Darío" (ensayo, 2016)

"Las editoriales independientes en El Salvador" (Máster Tesis, 2019)

"Viaje al centro del sueño" (poesía, 2018)

"Memoria de las campanas" (poesía, 2022)

"El barco en la botella" (minificciones, 2024)

Conclusión

La obra de Alexander Hernández destaca por su riqueza descriptiva, profundidad temática e innovación estilística. Su habilidad para entrelazar diferentes géneros y explorar temas complejos con un lenguaje preciso y poético lo posiciona como una figura destacada en la literatura contemporánea de El Salvador. Su trabajo no solo refleja una maestría técnica, sino también un profundo compromiso con la exploración de la condición humana.

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