De lo queer y el cine de terror
diseño: Elizabet Sicilia.
Coordinación General : Elizabeth Sicilia
Fotografía por María Guerra
Kras Quintana (Nicaragua, 1991). Escritor,
gestor cultural e ingeniero industrial. Recopilador de antologías de
minificción y cuento. Ha participado en diversos festivales y encuentros
literarios en Centroamérica. Ha publicado en diversas revistas latinoamericanas
y ha sido incluido en la publicación de diversas antologías como «Universos
Breves» (Brasil) compilado por Francisca Noguerol en coordinación con el
Instituto Cervantes. Sus escritos han sido traducidos al portugués e inglés. Su
libro «Canción Breve» fue publicado en el 2021 por la editorial MALPASO de
Honduras y su libro «Conjuraciones» en el 2024 en conjunto con el
escritor Jorge Campos por el sello de Brevemente. Es cocreador y director del espacio de
difusión de la minificción Brevemente.
Las
personas queer son un número considerable en la audiencia de las
películas de terror, así se ve demostrado en varios estudios estadísticos como
el mencionado en “Queer for Fear: Horror Film and the Queer Spectator”
de H. O. Petrocelli (2021). Así como en la encuesta realizada por la plataforma
de streaming Shudder, cuyo contenido está enfocado en el terror, revela
que el 35 % de su audiencia activa se identifica como parte de la comunidad
LGBT. ¿Qué encuentra la comunidad LGBT de llamativo en el horror?
El
cine de terror ha sido durante décadas un espejo de las inquietudes sociales y
culturales. A través de la representación de personajes y temas que incomodan o
aterran, sacando al espectador de un contexto cotidiano para llevarlo a la
terrorífica otredad desconcertante y misteriosa. Siempre al humano le ha
aterrado lo que desconoce o no comprende y esto configura argumentos que están
presentes en el horror y el thriller. Desde los ruidos que provocan
desconfianza en un pasillo oscuro de un edificio abandonado, la oscuridad bajo
el océano con monstruos nunca vistos, la inmensidad del espacio, o los
recónditos traumas de una mente perturbada y aislada. A pesar de lo anterior,
este cine tiene un público que se siente atrapado y lo sienta frente al
televisor (o una laptop o un celular) en una noche de octubre.
Estas
películas están cargadas de personajes extraños que, en la mayoría de los
casos, fungen como antagonistas. Personajes tan icónicos que ya forman parte de
la cultura popular, ya sean clásicos como los vampiros, zombis, hombres lobo,
el monstruo de Frankenstein, etc., o más contemporáneos como Freddy Krueger,
Jason, Pennywise, Babadook y Annabelle. Ellos representan el conflicto de la
narrativa y la situación a resolver.
Igual
no es difícil entender por qué es más fácil para una persona homosexual
asociarse con el monstruo. Según la religión cristiana, la homosexualidad es
considerada un pecado, por lo tanto, se asocia con el infierno y, a su vez, con
el demonio. Esto respecto al ámbito religioso. En el ámbito social y de la
salud, tenemos que recordar que no fue hasta 1990 que la homosexualidad se
eliminó de la lista de enfermedades psiquiátricas; anteriormente, se veía como
una condición no deseada, una enfermedad que era considerada enemiga de la
sociedad y que necesitaba cura. La situación se agravó durante la epidemia de
VIH, donde el contagio se convirtió en un elemento real y aterrador. La
narrativa del horror se utilizó para demonizar a quienes vivían con el virus,
creando la percepción de que cualquier contacto con estos “monstruos” podría
resultar fatal.
Veamos
cómo algunas características claves en los monstruos clásicos se relacionan con
la percepción del queer y cómo esto propiciaría una relación o
proyección entre ambos:
El
monstruo clásico
1. El
monstruo de Frankenstein
Hablemos
de este ser creado artificialmente con partes de cadáveres para dar vida a algo
nuevo. Si nos ponemos a pensar, lo que convierte a este personaje en un
monstruo, más allá de su apariencia, es el hecho de que ha ido en contra de la
naturaleza y su creación está fuera de la reproducción humana, desafiando así
al creador y al propósito de la reproducción. El monstruo, después de causar
tanto repelo y miedo, desarrolla una personalidad frágil, cobarde y huidiza. A
pesar de demostrar que no quiere herir ni lastimar, sigue siendo agobiado por
los demás.
Existe
entonces, cierta similitud en la creación de este monstruo y en la forma en que
un hombre adopta un comportamiento femenino que no está acorde (o que no
pertenece) a su cuerpo. La respuesta de los pobladores, con picos y antorchas
persiguiendo al monstruo, se traduce en las burlas y el repelo, especialmente
en campos de formación académica como colegios y universidades. A su vez, lo queer,
según discursos de interpretación religiosa sesgados, es considerado
antinatural, desafía la creación y ofende al creador.
2. El
hombre lobo
Este
personaje es siempre representado como un hombre notablemente masculino,
incluso hasta bien chacal (curiosa la asociación popular actual del
hombre gay masculino con un animal muy parecido al lobo). Su monstruosidad, en
este caso, proviene de una especie de maldición que lo supera como individuo y
lo empuja a actividades abyectas en noches de luna llena. Con esta breve
descripción, podemos entender su relación con lo queer: muchas son las
familias que tienen como integrante a un padre, hermano o hijo gay que, según
la expresión popular, vive en el clóset. Es cierto que a este animal
antropomorfo se le ve con terror, pero también genera, de cierta forma, pena y
empatía. ¿Por qué? Porque es víctima de su condición; es decir, el hombre lobo
no quiere convertirse en un monstruo; lo hace en circunstancias específicas,
para luego despertar en su forma humana y aceptable, arrepintiéndose por
haberse comido a un humano (seguramente algún twink) la noche anterior.
Algo
que también horroriza es el hecho de que el contacto con este animal es
contagioso. Si, en el afortunado caso de que no mueras tras el revolcón que te
dio, serás víctima de la misma maldición que él. Serás una loba en el armario
con ganas de salir (por lo menos en noches de luna llena). Aplicaría el dicho
"quien con lobos anda, aullar aprende" y también el de Masc x masc.
3. El
vampiro
A
diferencia del hombre lobo, el vampiro es un personaje representado por un
hombre estilizado, educado y afeminado. Seduce a sus víctimas,
independientemente de si son hombres o mujeres, y tras un mordisco en el
cuello, también los contagia para transformarlos en uno de ellos. Aquí regresa
el contagio como argumento del horror. Son varias las películas en las que se
percibe este homoerotismo; por mencionar algunas, tenemos Entrevista con el
vampiro (1994), The Hunger (1983) y hasta el propio Drácula (1992).
A
este personaje, por lo general, no le atormenta su maldición; más bien, la
disfruta. Es por ello que es un personaje más empoderado en lo que es y en lo
que significa, y si en algún caso llega a transformar a alguien, lo percibe
como si estuviera realizando un obsequio en vez de una maldición. Y claro cómo
no percibir como regalo el mordisco de Robert Pattison (Twilight) o de Brad
Pitt. Es el queer asumido.
4. Zombis
Si
viéramos la “monstrificación” como un proceso, podríamos establecer el
siguiente orden:
·
Lo humanos comunes
y corrientes que no son víctimas de esta maldición/enfermedad.
·
Los hombres lobos
que sí son víctimas de una maldición involuntaria. Aún conservan su humanidad
parcial, pero la pierden cuando sucumben al monstruo.
·
Los vampiros
disfrutan de su maldición/enfermedad, pero han perdido su humanidad, están más
próximos a la muerte porque son humanos que han muerto en manos de otros
vampiros, y necesitan sangre para seguir de pie.
·
Los zombis también
han perdido su humanidad; están muertos y deambulan buscando cómo saciar su
hambre. Sin capacidad de discernir, su único propósito es devorar o contagiar.
Mientras
más acepte el personaje su maldición, más cercano está a la muerte. El zombi se
podría traducir en cómo se percibía en los años 80 y 90 a los enfermos de SIDA
en etapa final, a quienes, en la mayoría de los casos, se les dejaba de ver
como humanos por temor al virus y se les dejaba morir en soledad.
El
horror contemporáneo
1. Hellraiser
Esta
película de 1987 presenta a los Cenobite como personajes insignia. Estos son
seres de otra dimensión conocidos también como “sacerdotes del dolor”. Muchos
de estos personajes representan la represión sexual, el límite entre el placer
y el dolor, y las consecuencias de la curiosidad humana al explorar lo
prohibido. El aspecto de estos Cenobites es usualmente con trajes de látex o
cuero y con modificaciones corporales. Esto se relaciona de forma directa con
la cultura del BDSM (Bondage, Domination, Sadism and Masochism), que, a
su vez, también se asocia con la comunidad LGBT. El masoquismo busca el placer
a través del dolor, al igual que los Cenobites.
2. It
follows
Este
es un filme de 2014 en el que se muestra a un ente sobrenatural que sigue a sus
víctimas tras el contacto sexual; una entidad sin género fijo que cambia
constantemente de apariencia. Para muchos, el ente puede representar la
ansiedad de explorar la sexualidad y el temor a la "herencia" de una
identidad queer en sociedades represivas, como una constante presencia
de la que no pueden escapar sus víctimas. Así también, sigue latente en los filmes
de terror el contagio como un argumento evocativo del horror, y en esta película
está ligado concretamente al acto sexual.
Aún
hoy en día, lamentablemente, existe el concepto de que las personas queer
son en exceso libidinosas y lujuriosas, cuyas enfermedades de transmisión
sexual son vistas como un castigo por su comportamiento. Es por ello que este
tipo de argumentos en películas pueden resonar más en una audiencia queer.
3. El
Babadook
En 2017, la plataforma de streaming Netflix clasificó esta película como
cine LGBT, y a pesar de que fue un error, se ha convertido en un ícono queer.
La historia sigue a una madre y su hijo lidiando con un monstruo que representa
el duelo y el trauma no resuelto. El Babadook, que emerge del dolor reprimido,
se ha visto como una metáfora de la experiencia queer, donde aceptar la
otredad interna es un proceso desafiante pero necesario. El Babadook
representa, entonces, el horror del trauma interior no resuelto, que es una
situación común en las personas queer que se han visto obligadas a no
aceptarse debido a su contexto familiar, social o religioso.
4. Carrie
Este
filme de 1976, basado en la novela de Stephen King, es una narrativa que se
puede interpretar como una experiencia queer, especialmente en cuanto a
la represión religiosa, el descubrimiento de la identidad y la liberación a
través de un dolor transformador. Carrie White, la protagonista, vive con una
madre profundamente religiosa que la somete a un ambiente opresivo, en el que
cualquier expresión de feminidad o autonomía es castigada. A medida que Carrie
descubre sus poderes telequinéticos, su historia refleja un proceso de
autodescubrimiento que, en lugar de ser acogido, genera temor y rechazo. Este
poder que lleva dentro es tanto su fortaleza como su maldición, una paradoja
común en la experiencia queer: el proceso de aceptar una identidad única
que desafía las normas sociales y que, al mismo tiempo, conlleva el riesgo de
rechazo, violencia y aislamiento. Finalmente, la explosiva liberación de Carrie
en el baile de graduación es un clímax donde se manifiesta el dolor de la
represión acumulada y de la marginación. Así, Carrie se convierte en un espejo
de los desafíos y la potencia inherente en la liberación de una identidad queer
que, al ser finalmente desatada, puede ser tanto redentora como destructiva.
La
heroína en el cine de terror
Un
aspecto característico del cine de terror es que muchos de los personajes
protagónicos son mujeres. Puede ser que el hecho de seleccionar mujeres como
las que luchan contra estos monstruos o seres sobrenaturales se haya utilizado
como una herramienta para generar más ansiedad y temor, ya que, desde una
perspectiva machista, la mujer es considerada más indefensa que el hombre. Por
lo tanto, percibir a una persona incapaz de defenderse nos causa aún más
incomodidad. Sin embargo, este discurso machista se ha dado la vuelta con la
resignificación de estas mujeres que luchan y salen airosas de situaciones
complicadas sin necesidad de un “príncipe azul” o un hombre que las salve.
Es
más fácil para la persona queer identificarse no solo con el monstruo,
sino con una figura femenina como la heroína de la película, ya que esta está
más conectada con su feminidad. Esta proyección o relación se acentúa aún más
si la mujer no cumple con todos los arquetipos femeninos tradicionales, ya que
representan figuras de ruptura que desafían las expectativas sociales. Ejemplos
de esto son Ellen Ripley en Alien, Rachel Keller en The Ring,
Laurie Strode en Halloween, Clarice Starling en The Silence of the
Lambs, y Dani en Midsommar y Sarah Connor en The Terminator.
La lucha de estas heroínas, por tanto, no es solo contra un monstruo o
antagonista, sino también contra la negación de su propia autonomía y
fortaleza. Esto las convierte en símbolos de resistencia y empoderamiento que
resuenan de manera única en las experiencias queer.
Las
uñas tras la dirección
Ahora
que hemos confirmado cierta relación entre el cine de horror y lo queer,
tenemos que hablar de las personas que están detrás de estos trabajos y así
entender si se debe también a un aspecto personal que exista esta conexión. Estos
son algunos directores abiertamente gay:
·
Clive Barker
Escritor y director británico, Clive Barker es conocido por su trabajo en Hellraiser
(1987).
·
James Whale
Director de clásicos del terror como Frankenstein (1931) y The Bride
of Frankenstein (1935).
·
Don Mancini
Creador de Child’s Play y del icónico personaje de Chucky.
·
Pedro Almodóvar.
Generalmente
sus películas son dramas, pero ha explorado el thriller con La piel que
habito (2011) que está muy relacionada al tema de la identidad, el deseo y
la transformación.
·
Alejandro Amenábar
Director de Tesis
(1996), Los otros (2001) y Regresión (2015).
·
Jaume Balagueró
Director de [Rec]
(2007) y [Rec] 2 (2009).
·
Hideo Nakata
·
Director de la
película asiática El aro (1998)
Gracias
a estos directores, tenemos una mirada única en el cine de terror con películas
tan emblemáticas como las mencionadas. Sin embargo, esto no significa que la
orientación sexual sea determinante para la creación de historias increíbles y
que estén fuertemente relacionadas con argumentos queer.
La
resignificación
Lo
mencionado anteriormente sobre cómo se relacionan las características de un
antagonista del cine de terror y la persona queer ha propiciado la
evolución de estos villanos hacia un símbolo de resistencia y subversión.
Muchos de estos personajes se han convertido en íconos gay, tanto por su
estética como por su significado.
Un
ejemplo paradigmático de este acogimiento del terror a lo queer y de la
resignificación del monstruo es la película The Rocky Horror Picture Show
(1975), la cual rompe todas las convenciones de género y sexualidad a través de
su carismático personaje, el Dr. Frank-N-Furter. Interpretado por Tim Curry,
Frank-N-Furter es un "científico dulce y travestido de la galaxia
Transilvania" que abraza su identidad con un placer desenfrenado y desafía
las categorías de género de una manera deliberadamente provocadora. La película
celebra lo que muchos consideraban "monstruoso" y "anormal"
como una alternativa emocionante y liberadora.
Un
ejemplo más actual de la resignificación del monstruo es el cortometraje Hideous
(2022), realizado a partir del álbum homónimo del músico Oliver Sim. Hideous
mezcla terror, musical y autobiografía para contar una historia en la que Sim,
quien vive abiertamente con VIH, se enfrenta a sus propios demonios internos y
externos, simbolizados por las figuras monstruosas que lo persiguen y, en
última instancia, lo acompañan en un viaje de autoconocimiento. En lugar de
rechazar o eliminar a estos monstruos, el cortometraje muestra a Sim
reconociéndolos como una parte integral de su identidad. Así, lo que
inicialmente aparece como horrendo y perturbador se convierte en un símbolo de
autoaceptación y resistencia frente a la mirada estigmatizante de la sociedad.
Por todo esto, podemos decir que el cine de terror ha ofrecido a las personas queer
un espacio de exploración y expresión a través de personajes y tramas que
desafían lo convencional y reflejan su experiencia en una sociedad que a menudo
los percibe como “otros”. Esta fascinación compartida con el género permite a
las personas queer resignificar su propia otredad, transformando lo
monstruoso en símbolo de resiliencia y aceptación. Al identificarse tanto con
el monstruo incomprendido como con la heroína empoderada, esta audiencia
encuentra en el terror una narrativa paralela de lucha, liberación y
autodescubrimiento. Así, más allá del miedo, el cine de terror se convierte en
una herramienta de resistencia y un refugio simbólico donde lo queer
encuentra una forma de existir y desafiar los límites impuestos por una
sociedad que aún lucha por aceptarlos.
Esta
resignificación entonces nos hace cuestionarnos ¿Qué tal si nuestro hermano,
primo, amigo, hijo o incluso, nosotros mismos sentados frente al televisor
viendo esa película de terror estamos luchando contra un “monstruo” interior?
¿Tienen que ser todos estos descubrimientos dolorosos y trágicos como el de
Carrie White? ¿Es realmente terrible el monstruo?
Petrocelli,
H. O. (2021). Queer for fear: Horror film and
the queer spectator.
Benshoff,
M. (1998). Monsters in the closet: Homosexuality
and the horror film.
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