Columna

 Pepa Antisistema.


diseño y Redacción: Elizabet Sicilia.


Sororidad: La ética feminista frente al poder.

Las vidas de las mujeres están definidas por el poder clasista y patriarcal; están marcadas por la competencia, la exclusión, la propiedad, el racismo, la discriminación y todas las formas de opresión. Al vivir, ellas las reproducen, son las portadoras.” 

Marcela Lagarde.

 

Un mujerón. La feminidad como constructo social.

La feminidad es un constructo social que las mujeres reproducimos constantemente en nuestras formas de socialización e interacción con el mundo, impregna nuestro lenguaje, nuestros códigos y nuestras decisiones. La feminidad definida por el sistema patriarcal es una evaluación de desempeño en nosotras constantemente bajo la aprobación de los ojos de los hombres y de las otras mujeres.

Constituyendo una programación y evaluación usual, naturalizada y rigurosa que limita a la mujer misma en la búsqueda de su propia identidad y en la identificación con las otras mujeres. La femineidad como constructo social no constituye una conceptualización desde la mujer misma, no nace de su historia, naturaleza o narrativa propia, surge desde la óptica patriarcal represiva. Cualquier aspecto de la vida de la mujer misma que no este considerada dentro de esta conceptualización sistémica es considerada una pérdida de la feminidad colocando a la mujer bajo el estigma de buena mujer o mala mujer.

La separación entre buena y mala mujer crean parte importante de la forma en la que interactuamos entre nosotras. Nuestra relación de mujeres es contradictoria. Como mujeres tenemos una enorme necesidad de buscar mecanismos de identificación entre nosotras, sin embargo, al ser la conceptualización patriarcal de la mujer la que rige nuestras relaciones con las otras, la otra es también objeto de nuestro propio juicio siendo la otra una mala mujer.

Las buenas mujeres son las afines a nosotras, amigas, familiares, etc. Las malas son las otras las ajenas a mí. Las primeras experiencias del sujeto son la base sobre la que se estructuran los afectos, las formas diversas y percibir y aprehender el mundo, a uno mismo y a los demás. Al ser la base de la percepción de nuestros procesos socializantes con otras mujeres un sesgo patriarcal asimilado y reproducido a lo largo de nuestra vida, en nuestro acercamiento con las demás reproducimos el sesgo de la feminidad en su concepción patriarcal. Oprimimos a las otras dentro de nuestras propias relaciones sociales y de poder. 





La experiencia del feminismo frente al poder.

El feminismo considera a la mujer por el hecho de serlo, lejos del concepto de feminidad patriarcal. El feminismo muestra una narrativa de la mujer desde su diversidad como personas que comparten condiciones genéricas y no reproducen ni enemistades, ni los mecanismos de opresión del poder tradicional.

Las feministas poseen la información necesaria para deconstruir en si mismas y en sus entornos las relaciones basadas en la feminidad. Sin embargo, al no estar exentas de la cultura que las rodea y que valida constantemente la perspectiva patriarcal también existe una asimilación de la feminidad en sus relaciones estructurales y personales entre mujeres.

Así como en las otras mujeres las feministas también el discurso de las relaciones sororas entre mujeres no se cumple a cabalidad ya que el origen de sus percepciones sobre si mismas son compartidas con el resto de las mujeres como hermanas distantes que comparte las condiciones generadas por el discurso de la feminidad. Es la asimilación de nosotras mismas como reproductoras de estas estructuras las que hará que cuestionemos de manera más crítica y profunda la forma en la que nos relacionamos con las otras y el impacto que esto tiene en el entorno. Es necesario para el feminismo que generemos espacios de crítica al poder patriarcal que ejercemos en nosotras y en las otras.

 

Las formas de poder que tenemos asimiladas como internas en la mayoría de nuestras organizaciones y espacios obedecen en muchos casos a las estructuras de poder y opresión tradicionales siendo aplicadas de una forma silenciosa ya que platearnos el ejercicio de opresiones patriarcales en espacios feministas es algo doloroso de ver y admitir, pero necesario para que las relaciones entre mujeres sean el resultado de nuestras propias narrativas.

El feminismo de todas corresponde a nuestra condición genérica mientras el feminismo de cada una obedece a las experiencias de vida particulares. Debemos analizar nuestras propias limitantes y cualidades para construir complicidad, acompañamiento, lucha, historia y empatía entre nosotras. La sororidad, así como el feminismo es un constante proceso de deconstrucción y creación ya que la ideología por sí sola genera teoría más no el cambio como tal, este reside en nuestras acciones individuales y colectivas para lograrlo.

Nuestras aspiraciones al poder son naturales como sujetos sociales y como nuestra lucha de generarnos nuestra propia concepción de las cosas. Ya que la concepción del ejercicio del poder latente en el entorno es la que nace del capitalismo patriarcal son las mismas que reproducimos en nuestros espacios de poder y en nuestras jerarquías.




La sororidad.

La sororidad como tal nace como contra punto de la feminidad como base esencial de las relaciones entre mujeres, es la búsqueda como movimiento de encontrarnos con las otras. Las relaciones contradictorias entre nosotras es parte del proceso de deconstrucción de la feminidad patriarcal como eje central de nuestras relaciones como mujeres.

 Abrazar la sororidad como parte de nuestra ética feminista es tan esencial como cualquier otro aspecto de nuestra lucha, las relaciones entre mujeres desde la óptica patriarcal son violenta siendo la opresión entre nosotras su eje central, ya que el feminismo plantea la transformación profunda de la experiencia de las mujeres en un sistema que nos invisibiliza. 

La relación entre mujeres basada en a sororidad resignificara el encuentro entre nosotras creando una identidad cohesionada. Para las mujeres es necesaria la sororidad para mejorar su calidad de vida, es esencial para la construcción de nosotras como protagonistas de nuestra propia historia.




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