Columna
Pepa Antisistema.
Sororidad: La ética feminista frente al poder.
“Las
vidas de las mujeres están definidas por el poder clasista y patriarcal; están
marcadas por la competencia, la exclusión, la propiedad, el racismo, la
discriminación y todas las formas de opresión. Al vivir, ellas las reproducen,
son las portadoras.”
Marcela Lagarde.
Un mujerón. La feminidad como constructo social.
La feminidad
es un constructo social que las mujeres reproducimos constantemente en nuestras
formas de socialización e interacción con el mundo, impregna nuestro lenguaje, nuestros
códigos y nuestras decisiones. La feminidad definida por el sistema patriarcal
es una evaluación de desempeño en nosotras constantemente bajo la aprobación de
los ojos de los hombres y de las otras mujeres.
Constituyendo una programación y evaluación usual, naturalizada y rigurosa que limita a la mujer misma en la búsqueda de su propia identidad y en la identificación con las otras mujeres. La femineidad como constructo social no constituye una conceptualización desde la mujer misma, no nace de su historia, naturaleza o narrativa propia, surge desde la óptica patriarcal represiva. Cualquier aspecto de la vida de la mujer misma que no este considerada dentro de esta conceptualización sistémica es considerada una pérdida de la feminidad colocando a la mujer bajo el estigma de buena mujer o mala mujer.
La
separación entre buena y mala mujer crean parte importante de la forma en la
que interactuamos entre nosotras. Nuestra relación de mujeres es contradictoria.
Como mujeres tenemos una enorme necesidad de buscar mecanismos de
identificación entre nosotras, sin embargo, al ser la conceptualización patriarcal
de la mujer la que rige nuestras relaciones con las otras, la otra es también
objeto de nuestro propio juicio siendo la otra una mala mujer.
Las
buenas mujeres son las afines a nosotras, amigas, familiares, etc. Las malas son
las otras las ajenas a mí. Las primeras experiencias del sujeto son la base
sobre la que se estructuran los afectos, las formas diversas y percibir y
aprehender el mundo, a uno mismo y a los demás. Al ser la base de la percepción
de nuestros procesos socializantes con otras mujeres un sesgo patriarcal
asimilado y reproducido a lo largo de nuestra vida, en nuestro acercamiento con
las demás reproducimos el sesgo de la feminidad en su concepción patriarcal.
Oprimimos a las otras dentro de nuestras propias relaciones sociales y de
poder.
La experiencia del feminismo frente al poder.
El
feminismo considera a la mujer por el hecho de serlo, lejos del concepto de feminidad
patriarcal. El feminismo muestra una narrativa de la mujer desde su diversidad como
personas que comparten condiciones genéricas y no reproducen ni enemistades, ni
los mecanismos de opresión del poder tradicional.
Las
feministas poseen la información necesaria para deconstruir en si mismas y en
sus entornos las relaciones basadas en la feminidad. Sin embargo, al no estar exentas
de la cultura que las rodea y que valida constantemente la perspectiva
patriarcal también existe una asimilación de la feminidad en sus relaciones
estructurales y personales entre mujeres.
Así
como en las otras mujeres las feministas también el discurso de las relaciones
sororas entre mujeres no se cumple a cabalidad ya que el origen de sus
percepciones sobre si mismas son compartidas con el resto de las mujeres como
hermanas distantes que comparte las condiciones generadas por el discurso de la
feminidad. Es la asimilación de nosotras mismas como reproductoras de estas
estructuras las que hará que cuestionemos de manera más crítica y profunda la
forma en la que nos relacionamos con las otras y el impacto que esto tiene en el
entorno. Es necesario para el feminismo que generemos espacios de crítica al
poder patriarcal que ejercemos en nosotras y en las otras.
Las
formas de poder que tenemos asimiladas como internas en la mayoría de nuestras
organizaciones y espacios obedecen en muchos casos a las estructuras de poder y
opresión tradicionales siendo aplicadas de una forma silenciosa ya que
platearnos el ejercicio de opresiones patriarcales en espacios feministas es
algo doloroso de ver y admitir, pero necesario para que las relaciones entre
mujeres sean el resultado de nuestras propias narrativas.
El
feminismo de todas corresponde a nuestra condición genérica mientras el
feminismo de cada una obedece a las experiencias de vida particulares. Debemos
analizar nuestras propias limitantes y cualidades para construir complicidad,
acompañamiento, lucha, historia y empatía entre nosotras. La sororidad, así
como el feminismo es un constante proceso de deconstrucción y creación ya que
la ideología por sí sola genera teoría más no el cambio como tal, este reside
en nuestras acciones individuales y colectivas para lograrlo.
Nuestras
aspiraciones al poder son naturales como sujetos sociales y como nuestra lucha
de generarnos nuestra propia concepción de las cosas. Ya que la concepción del
ejercicio del poder latente en el entorno es la que nace del capitalismo patriarcal
son las mismas que reproducimos en nuestros espacios de poder y en nuestras
jerarquías.
La sororidad.
La
sororidad como tal nace como contra punto de la feminidad como base esencial de
las relaciones entre mujeres, es la búsqueda como movimiento de encontrarnos con
las otras. Las relaciones contradictorias entre nosotras es parte del proceso
de deconstrucción de la feminidad patriarcal como eje central de nuestras
relaciones como mujeres.
Abrazar la sororidad como parte de nuestra ética feminista es tan esencial como cualquier otro aspecto de nuestra lucha, las relaciones entre mujeres desde la óptica patriarcal son violenta siendo la opresión entre nosotras su eje central, ya que el feminismo plantea la transformación profunda de la experiencia de las mujeres en un sistema que nos invisibiliza.
La relación
entre mujeres basada en a sororidad resignificara el encuentro entre nosotras
creando una identidad cohesionada. Para las mujeres es necesaria la sororidad
para mejorar su calidad de vida, es esencial para la construcción de nosotras
como protagonistas de nuestra propia historia.
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