Literatura
La selección literaria de este mes trae a nuestro público los versos de la pluma de Ana María Rivas, poeta y artista visual salvadoreña ganadora de diversos certámenes. Gracias a su profundidad sus poemas están llenos de imágenes creadas casi como una puesta en escena. Son sus observaciones perspicaces y atrapantes las que vuelven su lectura un proceso de hipnotismo que nos sumerge en los caminos de su psique.
Biografía.
Ana
María Rivas
Santa
Tecla, 18 de Junio de 1995. Poeta y artista visual. Formó parte de la extinta
Escuela de Jóvenes Talentos en Letras de la Universidad Dr. José Matías Delgado. Fue miembro del Taller Literario Altazor y de
otros talleres de poesía en los últimos años.
En
2016, recibió el primer premio en la categoría de poesía en el concurso “La
Flauta de los Pétalos”, certamen de literatura hecha por mujeres, a cargo de la
Universidad de El Salvador y el Centro de Estudios de Género. Parte de su
producción figura en la compilación
literaria “Sextante”, en el área narrativa. Sus poemas han sido publicados en
“Torre de Babel Volumen XV, Antología de la poesía joven de antaño”, “Las
muchachas de la última fila”, antología de poetas salvadoreñas, en la revista
“Cultura N°121”, de la DPI entre otras revistas virtuales. Ha sido traducida al
inglés y participado en diversos festivales internacionales, como el 31°
Festival de poesía de Medellín.
Egresada
de la Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de El Salvador.
Selección de poemas de Ana María Rivas.
Cuántas
veces huimos del mundo,
Cuanto
tiempo nos quemaron las manos:
ejercimos
largamente el oficio
de
parir, hacer la cena, criar las bestias.
Nos
confinaron a ser adorno,
en
la sala de señores importantes.
Mordimos
la lengua ante el insulto,
contuvimos
el puño, ante el golpe.
Nos
rendimos a limpiar los estantes más bajos,
y
les chupamos su maldad entre lágrimas.
Nos
royeron el cuerpo,
nos
dejaron desnudas,
en
basureros, veredas y cañales.
Fuimos
violadas todas.
Por
el padre,
por
el hijo,
por
los hijos de sus hijos.
Y
nadie dijo nunca nada.
En
la hondura del silencio,
nos
zurcimos las heridas.
Nuestro
corazón era un remiendo
que
se abría siempre,
una
y otra vez.
En
noches más oscuras nos quemaron las alas.
Coleccionábamos
yerbas,
hacíamos
brebajes,
para
curar a quienes fueron nuestros delatores.
Nos
hallaron haciendo el amor entre el fuego,
alzamos
la voz y nos creyeron dementes
y
por brujas desviadas nos quemaron en la hoguera.
Eran
todos varones, hijos legítimos de Dios.
Ceniza
sobre más ceniza,
fuimos
una con el soplo del viento.
Borraron
nuestros nombres de las enciclopedias
ignoraron
nuestros pasos en los periódicos importantes
guardaron
nuestros restos en amplios cementerios
donde
nunca hubo una tumba,
un
nombre,
una
mujer.
Frente al espejo.
Sigo las curvas de mi silueta con mis manos:
Por aquí un pliegue,
por allá una mancha
la cicatriz de infancia
cuando caí en el vidrio
sin saber que el filo
abriría la herida
los días restantes
de mi tránsito en la tierra.
Múltiples rostros aparecen tras de mi:
Señalan los pies que heredé de mi padre
Amplios,
planos,
de recio andar.
Señalan los bordes irregulares de mis piernas:
naranjas maduras
para quitarles la cáscara.
Cuelgan sus dedos de mis brazos ,
me crecen raíces blancas
sobre la redondez de mis caderas.
Con un golpe, quiebro el espejo.
Quiero pelar la fruta,
sacar las esquirlas
arrancar las raíces.
Colgar definitivamente
esta piel en el perchero.
Arnés.
Corre lento la
hebilla.
Introduce el
broche
en el último
orificio.
Se reclina en
el diván,
arquea la
espalda,
y sus pezones
despiertan
del sueño con
mi tacto.
Ella muerde
sus labios
y mis dedos se
sumergen su boca.
Su lengua
efervece en humedad
que me
desciende
hasta el sur
más íntimo.
El arnés es
exacto:
Cada parte del
cuero
se ajusta a su
cuerpo.
Sigo las
líneas,
los cruces
perfectos
como puentes
donde salto incontenible
hacia su piel.
Recorro sus
tatuajes como un mapa
que me lleva
inevitablemente hacia su costa.
Ella se ondula
estremece el
aire,
llega el
encuentro
de los labios
todos.
Ella me
cabalga
me somete,
embiste
abre mis
glúteos,
clava sus uñas.
Me bautiza de
nuevo
con la fluidez
de su saliva
baja por la
curva de mi labios inferiores:
Ella es
caracol en mi valva
recorre sus
pliegues
conoce su
sonido,
como hamaca
telúrica
muevo el
vientre en su lengua
me vuelvo
temblor,
huracán,
desato el río,
y su cara
resplandece
y relame el
agua.
Acerco su
rostro mojado junto al mío ,
cada parte
de su cuerpo
segmentada
como piezas
precisas,
rompecabezas
perfecto .
Le desato el
pelo,
el arnés,
los sueños.
Sonreímos.
Nos volvemos a
a(r)mar.
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