SERVILLETA DE BAR (Relatos por encargo.)
SERVILLETA DE BAR.
Servilleta de Bar es una nueva sección
en la que compartimos historias de nuestras y nuestros lectores y las convertimos
en relatos literarios. Siempre hay una historia para contar que puede ser
inmortalizada a través del arte.
El cuento de esta ocasión en
particular es parte de un proyecto de la autora llamado “48 horas “. Dicho
proyecto consistía en conversar con personas al azar para escuchar sus relatos
personales acerca de sus relaciones románticas. La selección de este mes en honor
a la temática rescata aquellos relatos de contenido erótico elaborados para
dicho proyecto.
LINA
Autora: Elizabeth Sicilia.
Lina dueña
de una mirada cautiva y contenida, era capaz de mantenerse en calma aun con la
ciudad ardiendo ante sus ojos. Nadie era capaz de leer lo que pensaba o
imaginarlo si quiera, sus opiniones eran tácitas, bastaba con una mirada retadora
y una leve sonrisa, para dar su parte en las situaciones. Poseedora de una
inteligencia práctica y un alma que danzaba estando a solas. Un misterio, una
imagen llena de preguntas con hermosas piernas y un cabello negro hasta los
hombros. Lina siempre indiferente hacia los otros, apenas y saludaba como si la
existencia ajena le fuese indiferente. Hacía años que trabajaba como
programadora en una oficina en el piso 11 del Edificio Zafiro, ubicado en una
prestigiosa zona de Santa Elena. Su fama de severidad era conocida, siempre
formal, poco producida y perfeccionista con los detalles más inverosímiles.
Gastaba
sus noches bebiendo una cerveza fría frente a la tv, viendo películas de Scorsese,
luego a la cama, lavaba sus dientes verificaba su alarma, fumaba un poco y se
quedaba dormida a veces con colillas oscilando entre su dedo índice y anular. Esa
noche particular recibió un mensaje, miró la pantalla de su teléfono, un poco
de cerveza cayó al piso.
- ¡Me gustaría verte! ¿Mañana en el café de la plaza a las
3:00pm?
Casi
sin respirar contestó el mensaje rápidamente, aceptando el encuentro.
Las
mañanas eran usualmente difíciles. Solía llenarlas con una reflexión filosófica
sobre el trabajo como forma sistemática de represión, durante su despertar. Ese
día en particular dicha reflexión no formo parte de su rutina. La mesita de
café de su apartamento estaba sufriendo una invasión total por parte de sus cosméticos,
varias blusas, faldas, pantalones y aretes, parecía un campo de guerra, la colonización
de sus procesos de deconstrucción sobre la belleza femenina versus su deseo. Una
mirada más al Espejo regalándose así misma una mueca de satisfacción.
El lápiz
labial rojo siempre fue su favorito. Podía recordar con facilidad sus ojos,
siempre observándole al acecho mientras se vestía, como si jamás bastara un
solo encuentro esperaba verle con la ropa puesta, para poder quitarla con delicadeza.
Las imágenes se presentaban involuntariamente en su cabeza provocando pequeñas sonrisas.
Un calor familiar recorre su cuerpo, la piel tiene memoria y la sensación de su
tacto está intacta en ella.
Recuerdos
de los encuentros húmedos y tibios en un parque, caminar por el centro de San
Salvador, parar en el primer motel de paso y devorarse. Era todo en lo que Lina
pensaba. Su semblante serio en la oficina era distinto ese día parecía
preocupada, mordía las puntas de su Cabello y rectificaba su maquillaje cada 10
minutos en el espejo. Los recuerdos vivos de sus Encuentros eran piquetazos que
le recorría las piernas hasta llegar a su sexo, se humedecía, sus pezones
traicioneros delatores saludaban involuntaria mente al público atónito del
edificio Zafiro que observaban de reojo sus particulares movimientos. El calor inevitable
del deseo la había poseído.
Hace
tantos años no lo veía, cuantos años gastados en amantes fortuitos, encuentros
insatisfactorios que habían cumplido como placebo alguna noche. Imagino sus
manos en sus senos mientras la penetraba fuertemente por la espalda, como si no
lo soportara, caminó rápidamente al baño compartido de su oficina, cerró la
Puerta principal como si de un crimen se tratase. Se encerró en el cubículo de
un inodoro, levantó su vestido, bajo sus pantis llevo su mano izquierda a sus
senos y la derecha se deslizo suavemente hasta su sexo, contuvo valientemente
sus gemidos, mordía sus labios, llevo sus dedos húmedos hasta su boca, probando
su orgasmo. Su cuerpo se derramó rendido ante el placer de la memoria. Arregló
su ropa, lavó sus manos se miró al espejo aun con el pecho agitado y caminó con
pasos contundentes hasta su cubículo. Tomo su teléfono, un nuevo mensaje la
esperaba.
-Lo
siento debo cancelar, tendré que quedarme en el trabajo hasta tarde.
FIN.
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