Literatura
diseño: Elizabet Sicilia.
Coordinación General : Elizabeth Sicilia
Algo sobre mí.
FANTASMAS
Todo es
poner un pie en la casa
y
revolverse dentro todos los olores.
Olores que
han estado ahí,
en volutas
de humo y vapores cítricos.
Jamás vive
solo quien cree vivir solo.
Esas luces
que de pronto se juntan como abejas
alrededor
de luces mayores,
esas cosas
que caen porque sí,
porque ayer
debían ser cambiadas de sitio
y fueron
olvidadas por su propia sombra,
el pan que
uno creyó haberse comido
y que luego
descubre al fondo del horno
como una
pieza de Lego que no encaja nunca.
Ruge de la
nada el ventilador,
se apagan
los ojos detrás de una cortina inútil.
Todos esos
olores son olores de alguien, no de algo.
Olores que
cuentan sus propias historias.
No me pidas
quedarte esta noche en mi casa.
No estaré
solo, y no se irán nunca.
Por más que
les diga que con ellos
ya he
tenido suficiente.
DOCE
Cuida
tu corazón de las enredaderas,
de
la carnicería del amor,
de
las brujas que lo secan
a
golpe de salivazo oscuro.
Cuida
tu corazón
como
se cuida una herida de la sal,
como
se cuida de las redes el cardumen,
como
quien cuida a los hijos al cruzar el puente.
Cuida
tu corazón por lo que vale,
por
cuanto significa para el alma:
blanda
semilla iluminada por la sangre.
Yo
no sé si el corazón sea una herida, un cardumen,
o
un puente para ir a tu encuentro cuando crezca el río.
Yo
no sé si el corazón sea una presa,
o
un cazador escondido tras la zarza.
Cuida
tu corazón como quien cuida un secreto.
Porque
tu corazón es la única isla
adonde
soy capaz de nadar si naufrago.
Tu
corazón es mi faro,
el
viento que empuja mi precaria embarcación
a
buen puerto,
y
es, sobre todas las cosas, mi puerto.
Cuida
bien tu corazón,
que
yo defenderé mi puerto.
(De
Biografía del Ángel de la Llovizna)
13
De alguna
forma, también la soledad es un destierro,
y en su
extenso letargo es que un hombre aprende a contemplar la lluvia,
lo que dice
por lo bajo mientras cae,
lo que
grita si se encuentra con el río,
los
misterios que revela en altamar
a los
hombres de mar.
En el
corazón de estos arrecifes estalla otra vez el invierno,
y oscila
desde el faro una luz ultrajada por el rayo.
Una luz
solitaria como el hombre desterrado,
una luz
solidaria con el hombre desterrado.
De alguna
manera, también la luz nos acompaña en el destierro.
Bastan un
hombre y una luz para duplicarnos en la sombra,
así como
bastan un hombre y un estanque
para que
alguien nos contemple desde el agua.
Por eso
también, de alguna forma,
un hombre
es la luz que lo duplica,
y la
quietud del agua que lo refleja.
(De Laberintos)
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