Literatura

 

diseño: Elizabet Sicilia.

Coordinación General : Elizabeth Sicilia

Algo sobre mí.


Gretchen Kerr Anderson (Mayarí, 1998). Poeta y narradora. Licenciada en Lenguas Extranjeras por la UHO Universidad de Holguín. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Integrante del Taller de Ciencia Ficción y Fantasía “Espacio Abierto”. Ha obtenido Mención en narrativa infantil en el concurso provincial León de León con el minicuento “El gato de los ojos de oro” (Mayarí, 2014). Mención en narrativa en el mismo certamen con el cuento ‘’Cadáveres’’ (Mayarí, 2018). Primer Premio en poesía con el poemario ‘’Retórica Negra’’ (Mayarí, 2018). Obtuvo primer lugar en el concurso literario de la Universidad de Holguín en las categorías narrativa y poesía (Holguín, 2018). Segundo lugar colateral en el concurso nacional de narrativa Cuentos Fríos (Cárdenas, 2018). Ganadora del certamen de publicación de la revista digital Novum de la UBIK-USB Universidad de Bolivia con el relato ´´La Hechicera´´ (2020). Ha publicado el cuento ´´El enviado de Cotard ´´en la revista digital argentina Extrañas Noches Literatura Visceral (2017). ´´El noventa por ciento de todo es basura´´ (2021) en la revista digital argentina Ficción Científica y en la antología anual de la misma “Yo destruí la Tierra”. Publicó el poemario “Enajenación” en el no.98 de la Revista Almiar (Margen Cero) de España (2018). En el sitio web Poematrix “Una lluvia de espejos rotos irá incendiando el universo" (2022), "Óleo de los catecúmenos (o Ensayo para una resurrección macabra)" (2022) "Et nigras" (2022), "Cantando a Odín entre tus brazos" (2022), "Gorgoneion con cuerpo de mujer" (2022), "Sombras demenciales (Esferas de la dimensión gótica)" (2023), "El abrazo del misterio" (2023), "Gólgota de mis noches de insomnio" (2023) En Poetalia “Retórica Negra" (2023) Ha publicado el relato “El Ojo de Freegh” en la antología “Caballería Mutante” (La falange naciente) de los antologadores Yoss (José Miguel Sánchez) y José Alejandro Cantallops (Elefanta Editorial, 2023). Ha publicado el relato “El Corazón de la hechicera” en la Revista Vaulderie (España, 2024). El poema “Fauna” en el número 123 de la Revista Poética Azahar (España, 2024). Obtuvo Premio en Poesía Infantil en el concurso provincial “León de León” (Mayarí, 2024)




Color Negro

    Para Eliany: pintora, escritora y amiga. ¡Promesa cumplida!


Desde entonces prohibieron

Dibujar lo que sentía el alma

Para cuidar y encadenar la calma

Y como no le dejaron sitios

Donde dibujar su dolor

Se rayó su cuerpo, con un tatuaje de amor.

Grafiti de amor, Carlos Varela


Era una noche oscura. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas sucias de la casa, iluminando los rincones. Laurie empujó la puerta. Esta rotó sobre los viejos goznes que la sujetan a la pared, produciendo un chirrido antes de abrirse. La muchacha se escabulló en la casa con pies cautelosos. Atravesó la pequeña sala. donde vio al padre despatarrado sobre el sofá, emanando su característico hedor etílico.

Más adelante escuchó los sollozos de la madre desde el interior de la cocina. Respiró profundo y apretó el paso. Se dirigió a su cuarto, cerró la puerta con seguro y se sentó en el escritorio. 

Trató de alisar con sus manos algunas cuartillas que sacó de su mochila. Había papeles esparcidos, algunos estaban arrugados, otros, llenos de trazos imprecisos. En su mente, se repetía como un bucle los que pasó a la salida de la escuela esa tarde. Un grupo de compañeros le arrebató la cartera con los bocetos de sus últimos dibujos. Recordaba la risa y crueldad de los otros mientras sus pinturas eran despedazadas y esparcidas por el suelo.

Una lágrima matizada de negro se deslizó por su mejilla, cayendo sobre la hoja llena de marcas de pisotones y rasgaduras, donde destaca la figura de Droko, un oscuro personaje creado en sus momentos de inspiración, soledad y tristeza. El protagonista de la mayoría de sus trazos, arrancados de la parte más sombría de su alma. 

Miró el papel fragmentado, y comenzó a juntar las partes como piezas de un puzle. Al terminar, Laurie se levantó las mangas del suéter a rayas, y mostrando las cortaduras a lo largo de sus brazos dijo en voz baja, mientras sonreía con tristeza:

—Ahora estamos iguales, tú y yo: rotos por culpa del mundo.

Sus ojos brillaron al tropezar con la afilada hoja de la cuchilla que utilizaba para sacar punta a los lápices. Pero solo fugazmente, pues al instante su mirada se desvió hacia una de los tantos dibujos que colgaban de las paredes.

Se sentía observada y protegida por la multiplicidad de criaturas gestadas por su mano, que orbitaban a su alrededor. Los mudos testigos de las innumerables veces que entró a hurtadillas, como una intrusa dentro de su propia casa, para evitar los abusos del padre alcohólico. 

De las noches en que se durmió a deshoras cubriéndose los oídos, intentando no escuchar la gritería de las discusiones o las golpizas a la madre.

La única razón que la ligaba a la existencia hasta ese momento era el sueño inconfeso de ser pintora, una artista reconocida. La mantenía atada al mundo de los vivos, un mundo donde nadie entendía sus “extravagancias”, ni la quería. 

Muchas veces se había cuestionado si realmente valía la pena seguir soportando tanto sufrimiento, uno todavía más profundo que el dolor de las heridas que ella misma se causaba en los brazos. Aunque fuera para alcanzar ese anhelo. Hoy era uno de esos días. 

Volteó el rostro hacia la arrugada imagen de Droko, su fiel guardián, confiando en que él sabría sacarla de dudas, como siempre. Había una expresión en sus grandes ojos, que parecían no perderla de vista, con una inquisición.

—Ah, mi querida Laurie…— escucha su voz hablando dentro de su cabeza— a veces, la respuesta a una pregunta difícil es tan simple…

Repasó con lentitud el perfil, hecho con trazos precisos. La cabeza coronada por los escarolados cuernos. El cabello hirsuto que le caía sobre los hombros. La sinuosa lengua, insinuándose entre los colmillos de la mandíbula inferior abierta. Pero, sobre todo, se fijó en sus ojazos negros, cuyas pupilas miran embelesadas en una dirección.

Siguió la ruta de la mirada estática del ser, que se posaba en la cuchilla que relucía sobre la mesa. 

Se encontró con aquella respuesta sencilla para la pregunta difícil que había estado haciéndose durante meses.

De repente, la puerta se estremeció una, dos…tres veces. Hasta que cedió ante los furiosos embates, pese al seguro. Era el padre, completamente alcoholizado, que la buscaba, bien lo sabía ella. Había vivido esta escena mil veces, pero ahora, gracias a Droko, tenía la respuesta.

El hombre penetró en la habitación. Después de un frenético forcejeo, la arrojó sobre la cama y fue en pos de ella. Pero un surco en su garganta se abrió inesperadamente. El hombre hipeó con la boca abierta, mientras observa a Lauris empuñando la cuchilla. Se llevó la mano al lugar donde su carne se abría en un boquete por el que se le escapaba la vida, a chorros.

Los dibujos en las paredes rieron por primera vez. El eco de su risa resonaba por todo el cuarto, mientras la vaharada de ron y humo se iba disipando para dar paso a un aroma metálico penetrante. 

Lauris observó la escena, y también empezó a reír. La cuchilla ensangrentada en su mano iba escurriendo lágrimas de sangre que caían en el suelo. Eso le gustó, aunque la sangre era roja, y a fin de cuentas, ella solo amaba el color negro…

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