Julio Orellana

 


diseño: Elizabet Sicilia.

Coordinación General : Elizabeth Sicilia

Selección: Josué Andrés Moz

Algo sobre mí.

Julio Orellana (San Salvador - El Salvador, 1994). Graduado de comunicación social por Universidad Centroamericana (UCA). Guionista, narrador y copywritter. Ha publicado algunos de sus cuentos en revistas locales, como por ejemplo en ‘‘Café Irlandés’’.




LA SILUETA

 

LA NOCHE DEL PENÚLTIMO DÍA

El rey Jorge II no sabía lo que estaba viendo. Dos figuras se expandían sobre su cuarto. Nacían de sus pies dos formas que cubrían el este y el oeste de la habitación. Tal vez era por el tamaño pequeño y privado de su cuarto, pero las sombras parecían ser bastante grandes. Él vio a su izquierda y sabía que esa era su sombra; una forma fácil de reconocer. Sin embargo, cuando giró su cabeza de manera cautelosa hacia la derecha, vio una forma que nunca había visto. No la podía llamar su sombra. La extraña silueta parecía tener forma de algún animal reptil, pero no era lo suficientemente clara como para asegurar nada.

Jorge II bajó por las escaleras y se dirigió al ‘‘Salón de las espadas’’. Un lugar suficientemente grande para ver si las sombras eran realmente así de grandes. A plena luz de la luna, la silueta extraña había adquirido otra forma. Ahora parecía una serpiente con alas. Su tamaño seguía siendo bastante grande. Pero hubo algo que dejó sin aliento a Jorge II: su sombra original era más pequeña. El rey sólo pudo gritar el nombre de su sirviente más leal: Aaron.

Cuando Aaron bajó, el rey veía su sombra y la silueta, e inmediatamente le preguntó qué estaba ocurriendo. Jorge II no tenía ninguna respuesta. Sólo sabía que al despertar vio que de pronto tenía dos figuras negras delante de él. En un momento desesperado, el rey le gritó a su sirviente que lo resolviera. Sino su cabeza rodaría.

El fiel sirviente, mientras veía a su rey dirigirse al jardín en plena noche, sabía quién le daría una correcta solución.

LA TARDE DEL ÚLTIMO DÍA

Jorge II había logrado conquistar la parte sur de Noruega sin ninguna resistencia. A un año de esa victoria, el rey no había tenido ningún problema de algún tipo. Los noruegos que aún quedaban estaban siendo controlados y vigilados por el ejército. Pero ahora, eso ya no tenía ningún valor para él. Más allá de andar cargando una silueta rara, el rey no se sentía bien. Pensaba que salir del castillo y sentir el sol nórdico en su jardín era lo mejor para su salud, pero no fue así. Decidió entrar de nuevo a su fortaleza. Cansado, sólo pudo pensar en regresar a su cuarto. Entró a su baño y se miró al espejo. En ese momento, algo dentro de Jorge II se estremeció al verse. Los iris de sus ojos habían cambiado de color. Había desaparecido el color marrón, el cual fue reemplazado por un color amarillo con un tono intenso parecido al sol mismo.

En ese instante, su sirviente, Aaron, lo llamó para que fuera al ‘‘Salón de las espadas’’; la respuesta que buscaba el rey se encontraba ahí.

El salón recibía su nombre debido a la colección de espadas que el rey tenía en la pared. En medio se encontraba una gran mesa donde se realizaban siempre los mejores banquetes. A él le gustaba ver sus espadas en todo momento. Pero estas no impresionaban al anciano que se encontraba sentado.

Jorge II, junto con su sombra y su silueta, entró en el salón lo más rápido posible. Pero el esfuerzo hizo que cayera al suelo. El rey lo vio y sabía, por la ropa que el viejo llevaba, que era uno de los noruegos de la zona que aún quedaban vivos. Vio a su sirviente para lanzar un grito hacia el cielo. No entendía qué hacía el anciano ahí.

“Te lo advertimos hace un año en tu conquista. Uno no puede conquistar una tierra y esperar que esta lo acepte como su soberano. No cualquiera es digno de mandar en Noruega”, dijo el anciano mientras miraba al rey tirado en el suelo. “Ignoraste nuestras advertencias, ahora la tierra te castiga. Todo lo que te pertenece: tu castillo, tus tesoros, tus ejércitos sufrirán la ira de esta tierra. Tenías que haberte ido a casa, pero la codicia te cegó. Ahora, las sombras nacerán dentro de ti. El rey morirá para dar vida a algo espeluznante que solo traerá miserias y desgracias”.

Jorge II, dentro de su debilidad, sólo pudo decir: “¿cómo puedo detener esto, anciano? No quiero morir”.

El anciano se acercó y con un tono frío le dijo: “veo tus ojos y sé que ya no hay vuelta atrásLa silueta que ves es el principio de tu muerte. La tierra te ha maldecido. No eres digno de gobernarnos a nosotros ni nada de aquí”.

Cuando el anciano abandonó el castillo, Aaron se acercó al rey para abrazarlo y decirle. “Lo siento, mi rey. Cuando supe de su situación, esas advertencias que él dijo retumbaron dentro de mí. Lo busqué porque pensé que lo iba a salvar”.

LA NOCHE DEL ÚLTIMO DÍA

El rey pasó su última noche en el ‘‘Salón de las espadas’’, donde seguía mirando de forma absorta hacia la pared, porque ahí se veían las proyecciones de su sombra y la silueta. Gradualmente, su sombra se volvía más pequeña y la silueta más grande. Jorge II, en su soledad, veía cómo su piel estaba cambiando. Escamas rojas le salían en los brazos y en las piernas. Sentía que algo por dentro iba a estallar. Se tiró al suelo y vio cómo sus uñas estaban mutando a garras. En su último momento de conciencia como el rey, vio que su sombra ya no existía. Sólo quedaba esa silueta que ahora tenía la forma de un dragón.

Aaron se encontraba en su cuarto cuando escuchó un estruendo que sacudió todos los cimientos del castillo. El fiel sirviente se dirigió al ‘‘Salón de las espadas’’ y vio un gran agujero en el techo. Observó asombrado a una figura alada en el cielo dando vueltas. El rey no estaba en el salón. Sólo un montón de ropa rasgada se encontraba en el suelo. Salió de la fortaleza del rey para ver que un dragón de piel roja estaba escupiendo fuego. En ese instante, el dragón empezó a destruir lo que una vez fue el castillo de Jorge II. El fuego terminó de consumirlo todo. Aaron vio a su rey emprender vuelo y perderse en el horizonte

PRÓLOGO – LA TIERRA DE GALES

Los aldeanos de la tierra lejana de Gales escucharon el sonido de algo que venía rompiendo la barrera del viento. El que una vez fue el rey Jorge II de Gales había regresado a su casa, pero con otra identidad y con otras intenciones. El ahora dragón de la piel roja venía a destruirlo todo. El fuego empezó a expandirse por toda la tierra. La gente caía envuelta en llamas. La bestia no tenía control sobre la destrucción de su lugar de origen. La muerte brillaba más que nunca en Gales.


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